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Sobre crisis del Hambre

Más de 45 millones de personas están al borde de la inanición en al menos 43 países del mundo. No hemos visto una crisis de hambre como ésta en los tiempos modernos, con países de África, América Latina, Oriente Medio y Asia afectados. En Yemen, Sudán del Sur, Etiopía y Madagascar, en total, al menos medio millón de personas viven en condiciones de hambruna. En otros lugares, millones de personas simplemente están a punto de fallecer.
Los conflictos, la COVID-19 y el cambio climático, alimentan constantemente esta crisis. Los conflictos en lugares como Afganistán, Etiopía, Somalia y Sudán del Sur desplazan a miles de personas, impiden el paso de los alimentos y paralizan la agricultura y la cosecha. El cambio climático está provocando sequías perjudiciales e inundaciones repentinas que arruinan las cosechas. La COVID-19 ha destruido los medios de subsistencia y los ingresos diarios en todo el mundo. Decenas de millones de personas comen ahora alimentos menos nutritivos, con menos frecuencia y muchas veces no tienen nada que llevarse a la boca.
Las familias que pasan hambre hacen cosas desesperadas para sobrevivir y esto tiene enormes implicaciones para los niños y niñas. En primer lugar, las familias agotan los mínimos ahorros que puedan tener y empiezan a vender todo lo que tienen para pagar los pocos y caros alimentos que puedan adquirir. Esto significa vender los animales vivos, las herramientas de labranza o incluso sus tierras. Si sobreviven a la crisis, se ven sumidos en una pobreza aún mayor. Las familias también pueden vender a sus hijas para que se casen pronto. Esto significa una boca menos que alimentar y un pequeño ingreso para dar de comer al resto de la familia. Las niñas que acaban en esta situación sufren abusos, explotación y son sacadas de la escuela permanentemente. Sus vidas se arruinan. Los niños pueden verse obligados a mendigar, a trabajar en empleos peligrosos o incluso a unirse a grupos insurgentes que ofrecen comida a cambio de tomar las armas.

En las peores situaciones, familias y pueblos enteros pueden verse obligados a abandonar sus hogares para ir a las ciudades o a los campos de desplazados en busca de alimentos. El impacto colectivo de estos intentos desesperados por sobrevivir puede marcar a los niños y niñas con cicatrices físicas y emocionales duraderas.
Hay una evaluación técnica y un proceso para determinar una hambruna y cualquier anuncio se hace con extrema precaución. Naturalmente, los gobiernos son muy sensibles a que se declare una hambruna.

Para que una hambruna sea declarada tienen que darse estas tres premisas:
• Muerte de al menos dos personas (o cuatro niños) al día por cada 10.000 habitantes
• Que al menos el 30% de la población esté desnutrida
• Que al menos el 20% de la población se enfrente a una carencia extrema de alimentos
Con la hambruna de 2011 aprendimos una gran lección, cuando 260.000 personas murieron en Somalia, la mitad de las cuales eran niños y niñas menores de cinco años. También sabemos que esa declaración de hambruna llegó demasiado tarde, ya que decenas de miles de personas murieron incluso antes de que se hiciera la declaración. Si no respondemos de forma inmediata y urgente, decenas de miles de personas morirán y un enorme porcentaje de ellas serán niños. Debemos actuar ahora, actuar rápidamente y actuar a gran escala para evitar la hambruna masiva.
Si no actuamos ahora con una respuesta alimentaria de emergencia a nivel mundial, podríamos ver morir a decenas de miles de niños y a muchos millones de personas con repercusiones sanitarias a largo plazo. Los niños y niñas morirán de hambre sin ayuda alimentaria urgente. También sabemos que una mala nutrición en los primeros 1.000 días de vida de una niña o un niño provoca un mal desarrollo cerebral, un deterioro permanente del funcionamiento mental y un menor coeficiente intelectual. Los menores de cinco años también corren un riesgo especial de contraer enfermedades mortales como la malaria, la diarrea y la neumonía, debido a la debilidad de su sistema inmunitario. La mitad de las 260.000 personas que murieron en la hambruna de 2011 en Somalia eran niños menores de 5 años.
La comunidad humanitaria analiza, compara y clasifica las situaciones de alimentación y hambre en todo el mundo para poder determinar dónde es más necesaria la ayuda, cuándo y para cuántas personas. Para ello, utiliza herramientas y procesos rigurosos, y después de recopilar pruebas sobre el terreno para determinar la situación actual y prevista de la seguridad alimentaria en cada contexto. Todo ello se conoce como el sistema de Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria (CIF). Los contextos que se evalúan se clasifican en una de las cinco fases de la seguridad alimentaria. Se trata de términos técnicos, pero explicados de forma sencilla, son los siguientes

1. Mínima: Los hogares pueden satisfacer sus necesidades alimentarias y no alimentarias esenciales.

2. En situación de estrés: Los hogares tienen un consumo de alimentos mínimamente adecuado, pero no pueden hacer frente a algunos gastos no alimentarios esenciales sin recurrir a estrategias de afrontamiento del estrés.

3. Crisis: Los hogares tienen carencias en el consumo de alimentos que se reflejan en una malnutrición aguda elevada o superior a la habitual O bien son capaces de satisfacer marginalmente las necesidades alimentarias mínimas, pero sólo mediante el agotamiento de los activos esenciales de subsistencia o mediante estrategias para hacer frente a la crisis.

4. Emergencia: Los hogares tienen grandes déficits de consumo de alimentos que se reflejan en una malnutrición aguda muy alta y en un exceso de mortalidad O son capaces de mitigar grandes déficits de consumo de alimentos pero sólo empleando estrategias de subsistencia de emergencia y de liquidación de activos.

5. Hambruna/Catástrofe: Los hogares tienen una carencia extrema de alimentos y/u otras necesidades básicas incluso después de emplear plenamente las estrategias de supervivencia. Se observa inanición, muerte, indigencia y niveles de desnutrición aguda extremadamente críticos. Una catástrofe es cuando esta definición se aplica a nivel de hogar y no de zona.
Deben cumplirse criterios estrictos para declarar el caso «raro y extremo» de hambruna, que la CIP describe como la «inaccesibilidad absoluta de alimentos para toda una población o subgrupo de población, que puede causar la muerte a corto plazo».

Una declaración de hambruna debe ser aprobada por el Comité de Revisión de Hambrunas de la CIP, formado por destacados expertos en seguridad alimentaria. Para determinar las fases de la seguridad alimentaria, el CIP tiene en cuenta una amplia gama de factores, como los patrones climáticos, la economía, el acceso, la seguridad y la estabilidad política.

*(Para evaluar esto, se mide el peso y la altura de los niños de 6 a 59 meses y se compara con una población de referencia sin carencias nutricionales. Los niños que pesan menos del 80% del peso medio de los niños con la misma estatura en la población de referencia, y/o que sufren edemas, se clasifican como víctimas de desnutrición global aguda).

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