Achol sólo tiene diecisiete años, pero ha sufrido más de lo que muchas otras chicas tendrán que soportar en su vida.
Como madre adolescente que vive en un país asolado por el conflicto, permanecer en la escuela ya era un reto. Ahora, desde que las inundaciones destruyeron su aldea, es imposible.
Conocimos a Achol en Tonj, al norte de Sudán del Sur, uno de los países más afectados por el cambio climático del mundo.
Las complejidades añadidas de casi una década de conflicto, el aumento del coste de los alimentos y el impacto de COVID-19 hacen que la vida de muchos niños y niñas penda de un hilo.
Antes de las inundaciones, Achol se las arreglaba para sobrevivir. Asistía a una escuela local y cuidaba de su hijo Kuech, de dos años, mientras vivía con su madre ya mayor. Hasta que todo cambió en un instante.
«Fue terrible», dice.
«Pensábamos que era una tormenta normal, pero luego se convirtió en una riada e incluso se colaba dentro de la casa. Tenía miedo».
«Mi hijo tenía mucho miedo y se echó a llorar cuando vio llegar el agua».
Levantando a su hijo y cogiendo la mano de su madre, caminó a través del agua para encontrar un lugar más alto. Pero las cosas empeoraron cuando Kuech enfermó.
«Nunca en mi vida había vivido una inundación como ésta», dice Achol.
«Decidí abandonar la zona, pero cuando mi hijo enfermó comencé a preocuparme de verdad».
Sin acceso a alimentos frescos ni agua, Kuech estuvo bebiendo agua contaminada de la inundación y no tardó en enfermar gravemente.
» A causa de la inundación, bebíamos la misma agua de la crecida», explica Achol, que sin acceso a alimentos frescos ni agua, no tenía otra opción.
Cuando Achol llegó por fin al centro de salud de World Vision, Kuech estaba en estado crítico.
«Si no le hubieran dado a mi hijo los suplementos, la situación habría sido terrible», dice.
«Mi hijo podría haber muerto».
La situación de Achol no es un hecho aislado. Impulsada por la mortífera combinación de cambio climático, conflicto y la crisis económica, la tasa de desnutrición entre los más pequeños va en aumento.
Se calcula que más de 7 millones de personas en Sudán del Sur pasan hambre y necesitan ayuda alimentaria urgente.
Eso representa alrededor del 60% de la población e incluye a 1,4 millones de niños y niñas menores de cinco años que padecen desnutrición aguda.
Con la ayuda adecuada, Kuech logró recuperarse por completo.
Y después de alojarse en un refugio provisional cercano, Achol volvió a casa con la esperanza de que la crecida hubiera disminuido.
Pero el hogar ya no es lo que era. Achol está lidiando con el cuidado de su madre y de su hijo, a la vez que se ocupa de la reconstrucción tras los daños.
«No puedo ocuparme de mi familia y además ir a la escuela», explica.»Por eso decidí dejarlo».
Para Achol, dejar la escuela es la única opción ante la crisis. Espera volver en el futuro.
» Antes vivía a gusto, pero cuando todo cambió bruscamente me sentí tan mal que me causó mucho estrés», concluye.
«Espero que algún día la situación vuelva a la normalidad y mi vida cambie de nuevo a mejor».
Uniéndote a Rescata la Infancia, puedes ayudar a familias como Achol y Kuech a recibir los recursos que necesitan para sobrevivir, recuperarse y construirse un futuro en los lugares más difíciles del mundo.