Vivir un día más (parte 1/2)

Mientras la guerra de Siria entra en su undécimo año, el conflicto se está cobrado un precio enorme para la población siria, en especial para las mujeres y las niñas. Alrededor de 1,7 millones de mujeres y niños sirios desplazados viven en campamentos superpoblados o en edificios abandonados, poniendo en peligro sus vidas.

Aún así, en medio de tanta desolación, sigue habiendo lugar para la esperanza. En el noroeste de Siria, las mujeres y niñas desplazadas en el campamento de Idlib, están desafiando las arraigadas normas sociales y culturales que prescriben sus vidas, mientras esta interminable guerra continúa.

World Vision se ha unido al ilustrador británico Paul Blow para dar vida a las historias de empoderamiento de estás valientes mujeres y niñas. A través de ilustraciones y testimonios queremos dar a conocer su valor y determinación a la hora de desafiar las normas.

 

Encontrar su voz para acabar con el matrimonio infantil

Incluso antes de la guerra, las niñas sirias ya eran obligadas a casarse. Casi el 15% de las mujeres sirias se casaban antes de cumplir los 18 años.

El conflicto y los desplazamientos empeoraron aún más las condiciones: padres en situaciones desesperadas se veían obligados a tomar decisiones aún más desesperadas al perder sus hogares y medios de vida. Es así como el matrimonio infantil se convirtió en una práctica común.

Aisha*, una estudiante de literatura de 20 años y la mayor de 13 hermanos, comparte:

«Tenía miedo, estaba frustrada y rota cuando mi padre me vendió en matrimonio a los 14 años. Pero aún tenía esperanzas, me negué hasta el día de mi boda, cuando les dije a mi padre y a mi tío que me sacaran de este vestido, que me sacaran de este ataúd. El matrimonio solo duró 20 días. Encontré el valor para dejar esa nueva familia y volver a casa. Pero esos 20 días fueron suficientes para destruirme durante 20 años».

El matrimonio infantil va acompañado de importantes daños físicos y psicológicos, problemas de salud mental, aumento de la violencia doméstica, abandono temprano de la educación y pobreza.

«Tuve que casarme a los 15 años y ahora tengo dos hijos; me enfrenté a grandes problemas en el hogar con un marido y familia que me maltrataba. Sabía que tenía que escapar. Era demasiado joven para ello, pero tenía miedo de perder a mis hijos. Él me lo quitó todo: mi infancia y mis hijos», dice Khadeeja*, de 24 años. Fue desplazada de su pueblo hace dos años, y ahora está matriculada en la universidad, donde estudia medicina.

El poder de creer en sí misma es lo que la empujó a decir no y a romper con un ciclo de violencia que le arrancaba la infancia. También fue la razón que la animó a empoderar a otras mujeres para que superaran ese dolor.

«Las dificultades por las que pasé, al ser sometida a la violencia por parte de mi marido cuando apenas era una adolescente, al divorciarme y, después, al verme privada de mis hijos, me hicieron empeñarme en seguir mis objetivos. Mi sueño es seguir siendo fuerte y recuperar a mis hijos y volver a ocupar mi lugar en la sociedad, sin ser discriminada por haberse divorciado. Y lo mismo les digo a las demás chicas de mi comunidad, ellas pueden poner fin al matrimonio infantil», explica además la joven madre, Khadeeja.

Aisha habla con un sentimiento similar. «Como profesora, puedo ayudar a muchas niñas. Es una gran sensación. Me siento poderosa y útil cuando conciencio en la universidad y en los campamentos contra el matrimonio infantil y la violencia contra las mujeres y las niñas».

 

Ganar la batalla contra la depresión

La mitad de los niños y niñas de Siria no han conocido más que la violencia y la guerra, creciendo en uno de los lugares más peligrosos del mundo para ser niño. Las adolescentes que tienen hijos propios viven temiendo constantemente por sus vidas debido a los factores de estrés crónicos y a la incertidumbre del futuro. Muchas personas están experimentando depresión y trastorno de estrés postraumático (TEPT).

Para las madres solteras con hijos dependientes, el autocuidado es difícil de alcanzar, lo que profundiza aún más sus desafíos.   «Fue muy difícil para mí verlo enfermo. A menudo solía poner el Corán sobre él para que Dios protegiera a mi hijo. Fue duro y frustrante: sin medicinas, sin hospitales, sin un lugar seguro al que acudir, y con bombardeos sin parar. No puedo decirlo con palabras, todo esto afectó a mi salud mental», dice Rahaf*, una madre desplazada que tiene siete hijos.

Rahaf pudo recibir apoyo psicológico de World Vision en el campamento de Idlib. Eso cambió su vida y la de sus hijos también. Rahaf dice. «Las sesiones de crianza, salud mental y apoyo psicosocial me ayudaron a lidiar con mis hijos. Esto me dio energía positiva y me ayudó a darles algo nuevo: la madre que tenían antes de que comenzara la guerra. Ahora, aconsejo y ayudo a otras madres solteras para lidiar con el estrés y el miedo. Quiero que sus hijos también tengan madres felices».

Las mujeres con discapacidades son especialmente vulnerables, ya que son estigmatizadas, no pueden encontrar trabajo para mantener a sus hijos y carecen de espacios seguros. Suelen sufrir abusos, lo que, unido al trauma infligido por el conflicto, afecta a su salud mental.

Como Lila*, de 39 años. Es ciega, tiene dos trabajos y no es ajena a las dificultades. «Lo que más me enorgullece es que, a pesar de todas las dificultades, soy capaz de hacer sonreír a mis hijos, de hacer realidad su sueño de una vida mejor y de mejorar la situación. Al menos tienen esperanza».

Su determinación la ayudó a recuperarse del trauma que supuso tener que dejar la seguridad de su hogar, buscar trabajo y conseguir independencia económica. Ahora es un modelo para las demás mujeres, a las que defiende y apoya para que encuentren nuevas oportunidades de trabajo y vivan una vida digna siendo las principales proveedoras de la familia. «El trabajo puede aliviar las dificultades que pasan las mujeres y las ayuda a decidir cómo vivir sus vidas, les abre las puertas a una vida mejor y las ayuda a realizar actividades que las hacen felices».

Desde 2019, gracias a la financiación de la Ayuda Humanitaria de la Unión Europea (ECHO ), World Vision ha estado prestando servicios de protección y salud en el noroeste de Siria a mujeres, hombres y niños desplazados afectados. Solo en el último año, nuestros equipos sobre el terreno han llegado a más de 110.000 niños y niás, y 136.000 adultos en Idlib y Azaz.

Nuestro trabajo abarca desde la entrega de servicios médicos mediante el apoyo a hospitales y centros de atención médica, así como artículos preventivos de COVID-19, hasta ayudar a las personas que se recuperan de un trauma, TEPT (trastorno de estrés postraumático) gracias a un equipo dedicado de psicólogos y trabajadores sociales.

World Vision, junto con la Unión Europea, está aliviando el sufrimiento de las mujeres afectadas por la violencia de género, asegurando que se recuperen y estén empoderadas para alcanzar sus sueños y los de sus hijos. Con este fin, nuestro personal de protección en el terreno lleva a cabo sesiones de habilidades de crianza y apoyo psicosocial para padres, madres y cuidadores, mientras que sus hijos son atendidos en los servicios del centro comunitario donde trabajamos.

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