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Directora de comunicación de World Vision
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Preguntas frecuentes
Las familias que pasan hambre hacen cosas desesperadas para sobrevivir y esto tiene enormes implicaciones para los niños y niñas. En primer lugar, las familias agotan los mínimos ahorros que puedan tener y empiezan a vender todo lo que tienen para pagar los pocos y caros alimentos que puedan adquirir. Esto significa vender los animales vivos, las herramientas de labranza o incluso sus tierras. Si sobreviven a la crisis, se ven sumidos en una pobreza aún mayor. Las familias también pueden vender a sus hijas para que se casen pronto. Esto significa una boca menos que alimentar y un pequeño ingreso para dar de comer al resto de la familia. Las niñas que acaban en esta situación sufren abusos, explotación y son sacadas de la escuela permanentemente. Sus vidas se arruinan. Los niños pueden verse obligados a mendigar, a trabajar en empleos peligrosos o incluso a unirse a grupos insurgentes que ofrecen comida a cambio de tomar las armas.
En las peores situaciones, familias y pueblos enteros pueden verse obligados a abandonar sus hogares para ir a las ciudades o a los campos de desplazados en busca de alimentos. El impacto colectivo de estos intentos desesperados por sobrevivir puede marcar a los niños y niñas con cicatrices físicas y emocionales duraderas.
Hay una evaluación técnica y un proceso para determinar una hambruna y cualquier anuncio se hace con extrema precaución. Naturalmente, los gobiernos son muy sensibles a que se declare una hambruna.
Para que una hambruna sea declarada tienen que darse estas tres premisas:
- Muerte de al menos dos personas (o cuatro niños) al día por cada 10.000 habitantes
- Que al menos el 30% de la población esté desnutrida
- Que al menos el 20% de la población se enfrente a una carencia extrema de alimentos
La comunidad humanitaria analiza, compara y clasifica las situaciones de alimentación y hambre en todo el mundo para poder determinar dónde es más necesaria la ayuda, cuándo y para cuántas personas. Para ello, utiliza herramientas y procesos rigurosos, y después de recopilar pruebas sobre el terreno para determinar la situación actual y prevista de la seguridad alimentaria en cada contexto. Todo ello se conoce como el sistema de Clasificación Integrada de las Fases de la Seguridad Alimentaria (CIF). Los contextos que se evalúan se clasifican en una de las cinco fases de la seguridad alimentaria. Se trata de términos técnicos, pero explicados de forma sencilla, son los siguientes
1. Mínima: Los hogares pueden satisfacer sus necesidades alimentarias y no alimentarias esenciales.
2. En situación de estrés: Los hogares tienen un consumo de alimentos mínimamente adecuado, pero no pueden hacer frente a algunos gastos no alimentarios esenciales sin recurrir a estrategias de afrontamiento del estrés.
3. Crisis: Los hogares tienen carencias en el consumo de alimentos que se reflejan en una malnutrición aguda elevada o superior a la habitual O bien son capaces de satisfacer marginalmente las necesidades alimentarias mínimas, pero sólo mediante el agotamiento de los activos esenciales de subsistencia o mediante estrategias para hacer frente a la crisis.
4. Emergencia: Los hogares tienen grandes déficits de consumo de alimentos que se reflejan en una malnutrición aguda muy alta y en un exceso de mortalidad O son capaces de mitigar grandes déficits de consumo de alimentos pero sólo empleando estrategias de subsistencia de emergencia y de liquidación de activos.
5. Hambruna/Catástrofe: Los hogares tienen una carencia extrema de alimentos y/u otras necesidades básicas incluso después de emplear plenamente las estrategias de supervivencia. Se observa inanición, muerte, indigencia y niveles de desnutrición aguda extremadamente críticos. Una catástrofe es cuando esta definición se aplica a nivel de hogar y no de zona.
En los últimos diez años, el 89% de los niños y niñas gravemente desnutridos que hemos tratado se han recuperado completamente
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