La Dra. Kathryn Taetzsch reflexiona sobre el escándalo que supone obligar a las personas hambrientas a abandonar los campos que producen alimentos en Ucrania, negando la comida a las personas hambrientas de África.
Hoy en día, en el este y el sur de Ucrania, los morteros sobresalen de la tierra, las minas terrestres apenas se ocultan, hay artefactos sin explotar al lado de la carretera y alrededor de las zanjas cercanas a muchos caminos agrícolas y carreteras de esta vasta tierra. En lugar de vida y cosecha, los restos de la guerra traen la muerte tanto en el país como en el extranjero.
Agricultores que luchan o huyen
Muchas de las personas que antes cultivaban la tierra ahora luchan o han huido. Agricultores, conductores, comerciantes y empresarios se han convertido en soldados o refugiados. El trabajo agrícola ha quedado olvidado, las personas refugiadas se limitan a sobrevivir y a contar los segundos y minutos hasta que el conflicto llegue a su fin.
En la frontera entre Polonia y Ucrania, observé cómo un flujo de refugiados -la mayoría mujeres y niños y algunos hombres mayores- recorría los últimos metros, mientras los guardias fronterizos comprobaban sus pasaportes y les guiaban hasta una estación de paso con comida, bebidas y un autobús que les llevará a un centro de recepción en Polonia. Desde allí se enfrentarám a otro viaje, o esperarán, con la esperanza de ponerse en contacto con otros amigos y familiares.
Un doble golpe
La doble tragedia de este éxodo de las tierras fértiles de Ucrania es que la falta de cultivo y cosecha se ha convertido en uno de los principales factores que contribuyen a la creciente inseguridad alimentaria mundial y a la crisis del hambre a novel mundial. La menor disponibilidad de alimentos procedentes de Ucrania significa que los países de toda África se enfrentan a los altos costes de los alimentos y a una mayor presión para cultivar los suyos propios. Por si fuera poco, los países de ese continente se enfrentan a otra temporada de escasas lluvias, con temperaturas mucho más altas de lo habitual para esta época del año.
En algunas zonas del Sahel, en África Occidental, y en África Oriental, el conflicto y las secuelas socioeconómicas de la COVID-19, que ya afectaban a los niños y niñas vulnerables y a sus familias, se han visto agravados por el aumento de los precios de los alimentos causado, en gran parte, por el conflicto de Ucrania. Tanto ellos como otros países de África se enfrentan a la subida de precios en todos los ámbitos de la vida: compra de fertilizantes y otros productos agrícolas, vivienda/alquiler, combustible, transporte y educación.
Alimentos fuera de alcance
Entre 2018 y 2020, África importó el 44% de su trigo de Rusia y Ucrania. Sin embargo, desde finales de febrero de este año, el precio del trigo ha subido casi un 50%. Esto lo ha dejado fuera del alcance de muchos hogares, pero también se ha vuelto difícil para las agencias humanitarias comprar las cantidades necesarias para el creciente número de personas vulnerables que necesitan ayuda. Esta tragedia se convierte en un escándalo cuando se descubre que aproximadamente 20 millones de toneladas de grano están actualmente atascadas dentro de Ucrania a causa del conflicto.
Teniendo en cuenta que en todo el mundo 45 millones de personas se enfrentan a la inanición, esta montaña de alimentos atrapados podría salvar muchas vidas, especialmente entre los que hacen cola en los campos de refugiados de lugares como Kenia, Níger o Chad. O fuera de África, en Jordania o Colombia. Hay 20 millones de refugiados en todo el mundo y 59,1 millones de desplazados internos. Demasiadas personas que no pueden producir alimentos, demasiadas personas que no pueden comer regularmente, ni siquiera una comida al día.
Esperar no es una opción
World Vision ha lanzado recientemente su Respuesta Global al Hambre en los 25 países más afectados, abordando la desnutrición inmediata, las necesidades básicas de supervivencia y el fortalecimiento de las redes de seguridad social y los activos productivos para mejorar la resiliencia y mitigar el impacto de nuevas crisis inminentes, para proteger y equipar a los niños y sus familias en tiempos de incertidumbre y hambruna.
Nuestro informe Niños hambrientos y desprotegidos: Los refugiados olvidados revela que el 82% de los refugiados encuestados no pueden cubrir las necesidades básicas necesarias para que los niños sobrevivan, como la alimentación, la atención sanitaria o el alquiler, y más de un tercio de los encuestados (35%) informan que sus hijos, en edad de crecimiento, han perdido peso en los últimos 12 meses.
No podemos esperar. Hay que hacer más, y rápido.