Tras casi un año de pandemia mundial, la COVID-19 sigue amenazando el futuro de toda una generación de niños, especialmente los que viven en las zonas del mundo donde existe un conflicto prolongado, como Afganistán, Malí, Siria, Somalia y Yemen. Viviendo ya en condiciones extremadamente difíciles, a
las repercusiones de la pandemia se suman las privaciones de libertad de los niños, agravando los riesgos preexistentes y creando otros nuevos.
Millones de niños y sus familias luchan ahora contra la doble dificultad del desplazamiento y la enfermedad sin acceso a sistemas de alimentación, salud, seguridad social y protección que funcionen adecuadamente. Mientras tanto, las guerras que los desplazaron continúan, fragmentándose y expandiéndose en muchos sentidos, sin que se vislumbren caminos evidentes hacia la paz.